El pequeño quiosco clásico se alza en Kröpcke como una roca en el oleaje, en medio del estruendoso tráfico peatonal. Decenas de miles de personas pasan por allí cada día. De camino al centro de la ciudad, al aparcamiento o a la estación de metro, compran bebidas frías, chicles, encendedores, tabaco o billetes de transporte público. A los clientes habituales también les gusta pararse a charlar en la ventanilla corredera.
El surtido de revistas es especialmente impresionante: revistas de ninjas, de deportes, de chicas, de mujeres, de hombres, de cocina, de manualidades y de jardinería se amontonan en las ventanas laterales del pequeño puesto. Hay para todos los gustos.
Christian Wyrwa